Estaba a oscuras, no podía ver nada. Alrededor de su cabeza, tapando sus ojos, había algo áspero y rugoso. Se sintió más nerviosa aún cuando comenzó a notar como si estuviera en el vacío, sujeta en él con lo mismo que le tapaba los ojos. ¿Parecían raíces? ¿Lo eran? Con una de sus manos, libre pero con poco movimiento, palpó la que pasaba por debajo de su pecho, le recorría y presionaba, cortándole la respiración. Sí, eran raíces que la acunaban… se agitó con todas sus fuerzas pero fue en vano. Por si fuera poco, su nerviosismo aumentó al notar como si unas ascuas prendidas se acercaran a sus tobillos, sus rodillas, sus caderas,… Sus piernas corrían el riesgo de arder y su pecho parecía estar en llamas.

No podía ver, sólo sentir y esas sensaciones no le gustaban. Ese excesivo calor, comprendió, procedía de su propio infierno, ese mismo que sufría cada día… El Dolor se había colado en su sueño y no había manera de escapar. Intentaba gritar, nada salía de su boca. Un infierno, como bien decía.
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