Amor a primera vista

Me enamoré de él a primera vista. La luz era tenue por las altas horas de la noche, pero no hizo falta verle mejor… me enamoré de él en cuánto lo vi.

Era algo más tarde de la medianoche y sentí un motor de coche, levanté la cabeza hacia la ventana de modo instintivo y vi como el coche se detenía a mi puerta. Las cortinas de cuentas de cristal que decoran nuestra puerta en verano chocaron entre sí y no hizo falta que el timbre sonara. Me dirigí a la puerta y allí estaba… Mi sonrisa fue inmensa y me temblaron las manos. Levanté la tapa agujereada de esa caja de zapatos y ahí lo vi, pegadito a un lateral, temblando más que yo. Una bolita blanca y anaranjada, no más grande que la palma de mi mano. Me había enamorado de Tico, mi «gordo», mi «neno», mi gato.

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